Procuramos por aquí no dar muchas pistas sobre el fraude y sus mecanismos, pero a veces es tan obvio que nos acabamos preguntando sie el Gobierno hace estas cosas como brindis al sol o maneja en sus cálculos la hipótesis de que los españoles somos lelos, con lo que conseguirá cobrarle a los más bobos. O en su defecto, a unos pocos, que es de lo que parece que va el asunto…
Y no es así. Un defraudador es de todo, menos idiota. Al menos, por término general.
Oír decir al presidente Rajoy que el límite de uso de dinero en efectivo limita la emisión de facturas falsas es una tontería como un pino y produce sonrojo. Ni limita la emisión de facturas falsas, ni limita la economía sumergida ni nada que se le parezca. A veces sucede más bien lo contrario, porque los costes de tiempo, comisiones bancarias y demás parafernalia hacen más atractivo no facturar y pasar de todo. ¿Un ejemplo? Haz una obra en una casa del pueblo, y págale al albañil con un cheque, para que tenga que cobrarlo en una localidad a 30 Km. Lo más normal es que te lo rechace y acabes pagándole en negro, cuando antes te hubiese dado factura y cobrado en efectivo.
Al final, son tantos los métodos que hay para saltarse esto, que no deja de ser una bobada.
Comentamos unos pocos:
-Sustituir una factura de 6000 € por tres facturas de 2000 €. Eso seguro que no se le ha pasado por la cabeza al Gobierno, ¿eh? ¡Manda carajo! La fragmentación de las facturas está a la orden del día, y más lo va a estar con la limitación del efectivo.
-Pagar por el banco y sacarlo acto seguido para entregarlo en mano. Las empresas y profesionales que se intercambian facturas falsas lo hacen desde una relación de confianza. Como nadie le puede preguntar al que cobró qué hizo con la pasta, va, pide el reintegro, se lo devuelve en mano al pagador y si le preguntan dice que lo fundió en juergas, por ejemplo. ¿Qué pasa?
-Recurrir al trueque. Aunque parezca una broma, es una práctica usada entre empresas que mantienen relación habitual. Lo normal es que compres lo que necesitas a los que te compran a ti. De este modo, quedas bien, haces coincidir clientes con proveedores, y nadie declara un duro, porque al final de trimestre o de año se factura solamente lo que haya de diferencia a favor de una de las partes. ¿O pensabais que el trueque se usaba sólo parta intercambiar gallinas por patatas? Pues no: también se usa para intercambiar ventanas de aluminio por ampliación de una nave.
Como no se le ocurra otra cosa al Gobierno, estamos listos…