Es un hecho: cuanto más se sube el IVA, más incentivos existen para pagar en negro por parte del comprador, mientras se mantiene el incentivo del vendedor o prestador de servicios para no emitir factura y no declarar un duro de ingresos. Cada vez es más lo que te ahorras mirando hacia otro lado y cada vez tiene más ventaja la economía sumergida sobre los que se dan de alta, cotizan a la Seguridad y pagan sus impuestos.
Las cuentas del Estado pasan porque una subida del IVA supondrá una inyección de dinero en el Tesoro Público, pero me parece que no han contado la cantidad de facturas que antes se emitían y ahora van a dejar de emitirse (perdiendo el 18% que sí se pagaba) ni las cotizaciones a la Seguridad Social que dejarán de ingresar los que decidan hacer sonar el silbato del submarino para pasarse a la inmersión.
Una subida del IVA sólo puede tener efectos positivos sobre la recaudación en un país donde el fraude se controle y se persiga de manera efectiva. En un país como el nuestro, donde la economía sumergida se sitúa en torno al 25%, no deja de significar un impuesto a la gente honrada al tiempo que una bendición para los defraudadores, especialmente aquellos que juegan con facturas falsas y recuperan de las arcas públicas un IVA que en realidad no han pagado nunca. Y la cosa tiene muy mala marcha atrás, porque cuando la gente se siente timada o empieza a pensar que es el último bobo que paga la cuenta de todos, entonces el fraude se generaliza y la recaudación se desploma.
La solución tiene que ser algo más que sermones. No basta con hablar de ética, buena ciudadanía y otros capítulos del catecismo laico, tan gastados ya a estas alturas como los del religioso. Incluso me atrevería a decir que la solución tiene que ser algo más que amenaza de palo. Falta la zanahoria. ¿Qué es loq ue gana hoy un ciudadano honrado exigiendo factura a su fontanero o a su dentista? pagar una quinta parte más y quedarse con la conciencia tranquila. Y sólo eso.
Cuando la gente no quiere pagar el IVA no es sólo porque sea egoísta e insolidaria, sino porque no se ha articulado un sistema de incentivos que convierta en interesante exigir esa factura. ¿Por qué no se permite al ciudadano desgravarse en el IRPF, por ejemplo, el 5 % de todas las facturas que presente?
La solución tiene que ser ingeniosa e interesante para todos. Mientras no se consiga algo así, seguiremos convencidos de que el Gobierno, cualquier gobierno, da por bueno que se le sise una parte mientras consiga cobrar a los de siempre. Al burro de todos los palos, vaya, que es en lo que suele acabar por aquí el que intenta ser un poco honrado.