Cuando solicitamos financiación a nuestra entidad, previo asesoramiento de un especialista independiente, tenemos que estar bien informados de los distintos costes que van a cargar en nuestra cuenta con motivo de la operación.
El principal coste de financiación son los intereses, pero no debemos olvidar en ningún momento las comisiones y otros gastos a los que tendremos que hacer frente y que, por tanto, suponen un mayor coste de financiación. Veamos:
Interés: lo que nos cobra el banco por prestarnos el dinero y devolvérselo a un plazo determinado. Recuerda, el banco no nos da el dinero, nos lo presta, es su negocio.
Comisiones: lo que nos cobra el banco por prestarnos un servicio, en este caso, facilitarnos la financiación. Aquí entran:
Comisión de estudio, por analizar los riesgos de financiarnos (generalmente no se cobra cuando la operación es denegada).
Comisión de apertura, por formalizar la operación.
Comisión de cancelación anticipada, puesto que la entidad volverá a prestar el dinero que le devolvemos antes de tiempo a otro cliente y corre el riesgo de que lo tenga que hacer a unos tipos de interés más bajos.
Comisión de no disponibilidad, por aquellas cantidades de crédito disponibles para el cliente y no utilizadas por éste.
Comisión de exceso, por exceder el límite disponible del crédito.
Otros gastos: ¿alguien ha tenido en cuenta cuánto suponen los gastos de notaría, registro de la propiedad, etc? Hasta la fecha, son cantidades a las que tiene que hacer frente el cliente y, por tanto, implica mayor coste de financiación.
Por motivos psicológicos tendemos siempre a pensar sólo en términos absolutos, es decir, sólo tenemos presente cuál es la cuota que nos toca pagar y eso es un grave error. Si no tenemos en cuenta todas las partidas que suman el coste de nuestra financiación puede que tengamos más de un dolor de bolsillo.
Jesús Marín Pinilla